26/12/09

MELANIE

Quienes participan de rituales colectivos como la pascua o el linchamiento experimentan una envidiable sensación de pertenencia y realidad en el mundo. Por el contrario, cuando el escribano Roque Boubard recorre cuatro veces la casa en busca de objetos inflamables y apila sus cuatro ceniceros para poder observarlos desde la puerta al salir y evitar la fantasía de un incendio, se siente miserable y como fuera de foco. Su analista, que acaba de ascenderlo de maniático a obsesivo compulsivo, dice que el ritual privado terminará por ceder, y le muestra estadísticas donde la grasa de cigarrillo sobre una alfombra se enciendo sólo en el cinco por ciento de los casos. A Roque le indigna este menosprecio por su miedo. Siente que el ritual lo encarcela pero también lo protege; para él tiene el valor de una pata de conejo en cuyos poderes nadie cree y que todos guardan por las dudas. Sabe que el fuego es un pretexto, un matiz hollywood que enmascara peligros más profundos. Alguna vez llegó a esta conclusión con su vecina en el ascensor. Ella abre y cierra la cerradura de su casa nueve veces antes de salir y tiene un gato que juega con fósforos, pero un felino pirómano es poco creible y Roque no lo suma a la lista de sus miedos. Llega el día de su cumpleaños. Como no tiene invitados, Roque prepara la cámara en automático para sacarse fotos a solas con un bonete. Ya en posición de festejo, huele humo y escucha gritos desde el departamento contiguo. No hay tiempo para cumplir los pasos del ritual sin que el fuego se expanda y le demuestre que todo fue una pérdida de tiempo. Al salir ve sus ceniceros en posiciones inexactas. Se encuentra con la vecina y su gato, lee cuidadosamente las instrucciones del matafuegos y lo descarga entero sobre el animal. Girando para sacarse la pasta del cuerpo, el animal salpica el lugar, apagando un intento fallido de pasas al rhum. La vecina acomoda el bonete en la cabeza de Roque, le da las gracias y vuelve a encerrarse nueve veces. Roque entra a su departamento, enciende un cigarrillo y deja que la brasa caiga en la alfombra. No pasa nada. Luego toma su cámara y se dispone a borrar la foto interrumpida. Encuentra la imagen de una perra espectral que resulta ser Melanie, la mascota muerta de su analista. Desde entonces Roque festeja su cumpleaños con la vecina.


(A Silvia Cobos, toda mi estima).

19/12/09

CERDA APÓCRIFA

En el año 2006 un estudio de la Universidad de Lumberton demuestra que un americano promedio gasta seis minutos al día en imaginar situaciones de reivindicación personal. El mismo estudio describe el modo en el cual la expresión "yo te lo advertí" activa la zona del cerebro donde suelen manifestarse neurológicamente los orgasmos. Se concluye que el sentimiento o la necesidad de reivindicación es lo más cercano a un éxtasis frente a la virgen que nos legó la erosión del tiempo en la cultura.
En enero de este año los habitantes del pueblo de general Alvear, Mendoza, deciden documentar un fenómeno espectral con el que conviven desde hace décadas y que ante la falta de una demostración les da fama de mentirosos o ignorantes. Como prueba cuentan con tres testimonios de lugareños en pánico y un texto de Borges donde se habla de una chancha con cadenas que corre por los cables del telégrafo produciendo un ruido infernal. En el pueblo ya no hay (o no hubo nunca) cables de telégrafo, pero sí cables elécricos de los cuales un espectro puede obtener energía para imponerse en el mundo. Las pruebas son insuficientes hasta que se recurre a la fotografía ectoplasmática. Esta serie de imágenes demuestra que la leyenda tiene un asidero fáctico; sin embargo la cerda muerta y recurrente impide, con su comportamiento peculiar, que los habitantes del pueblo recuperen el honor perdido.
Los testimonios dan cuenta de un comportamiento espectral singularmente errático. A veces la cerda se materializa en chiqueros de fincas de la zona y compite con lo de su raza por el alimento; otras, persigue a los lugareños por caminos oscuros, chillando con volumen, mostrando sus colmillos de proyección lumínica, arrastrando las cadenas. Deja huellas en la tierra que algunos leen como una advertencia. Furiosa, muerde las piernas de una joven y la arrastra hasta la puerta del cementerio local. Luego se la ve espiando con calma a través de una ventana. Relatos menos confiables sugieren que adopta forma humana antes de evaporarse en un suave estallido del aire. Los espectros que alcanzan el status de leyenda no son tan heterodoxos. El inicio de la investigación multiplica sus apariciones y la cerda inconstante comienza a levantar sospechas. Las fotografías se obtienen fácilmente, como si las esperara. Busca una reivindicación post mortem por una vida destinada al fiambre y la chuleta: ser la leyenda que el pueblo necesita. Pero lo hace camuflada en terrores heredados de espectros rurales más famosos como el pombero, la viuda de la ruta, la luz mala (ectoplasma de hormigas), la chancha de Borges y el enano diabólico. Así, apócrifa, es una vergüenza para los habitantes de General Alvear. Reunidos en un club social resuelven borrarse estas magias copiadas y recuperar el respeto de otros pueblos.
En la única cinta de audio espectral de la Universidad de Lumberton se escucha la voz de un hombre que cuenta sobre un titilar y un frío que siente antes de saberse observado por los vivos. Parece una voz placentera. Los muertos se adhieren a nuestra realidad con una fuerte determinación; la extrañan.
El registro fotográfico lleva a la cerda a un paroxismo de apariciones. Una mujer la encuentra a pleno día, silenciosa y de perfil, con la mandíbula laxa típica de un animal muerto. A veces asoma sin cadenas. Se la ve gritar en un carro de supermercado que pasa rápido por una esquina. Los habitantes de General Alvear sienten que el espectro les abarata el miedo y agotan recursos para evaporarlo. Prueban con bendiciones, queman piedras, inundan un campo (la cerda camina sobre el agua) y electrifican un tinglado por consejo de un especialista, sin éxito. El final llega con el barro que unos niños le arrojan en la cara por diversión. La cerda se desploma en el suelo, agitada, pero no desaparece. Se la encierra en un chiquero. Tarda una semana en perder nitidez y más de dos en borrarse para siempre. En ese lapso se comporta como una cerda absolutamente normal.

12/12/09

PALOMAS ELÉCTRICAS

Una criatura alterada por una excesiva ingesta de copos de nieve atraviesa corriendo y gritando desaforadamente una plaza repleta de palomas, haciendo que las mismas alcen en bandada un desorganizado vuelo que las desparrama por todos lados. Debido a la reciente lluvia torrecial, el paisaje porteño se presenta algo húmedo y con escasa visibilidad por lo que algunas palomas desconcertadas en su vuelo mueren al chocar contra los cables eléctricos. A causa de un picotazo incorpóreo un oficinista, que se asomaba para comprobar el cese de la lluvia, pierde un ojo. La empresa recomienda instantáneamente a sus empleados no asomarse por las ventanas. Todos cumplen porque las palomas, vivas o muertas, son animales ligeramente desagradables para observar.

5/12/09

TOPO EN PALACIO BAROLO

En 1919 el productor agropecuario Luis Barolo cree que tarde o temprano Buenos Aires será la capital de Europa y encarga la construcción de un rascacielos módico para recibir las cenizas de Dante Alighieri. Entre otras referencias a la Divina Comedia, el Palacio Barolo cuenta con un infierno en las calderas del subsuelo, un purgatorio en las oficinas de renta del cuerpo central, y un paraíso en la cúpula, donde Dios es un faro de 300.000 bujías. En Montevideo se construye un edificio gemelo, el Palacio Salvo, con un Dios apenas menos potente; la intención es unir ambos haces de luz sobre el Río de la Plata como fabulosa bienvenida a los inmigrantes. Hoy el Palacio Salvo es una postal obligada de la capital uruguaya y el Barolo un edificio de oficinas donde los señores Daumes y Petrini compiten entre sí. No sería prudente explicar los motivos de esta competencia; alcance con decir que involucra bienes y que Daumes lleva la delantera con una serpiente amarilla que compró en el Paraguay, desatando la envidia de compañeros que hasta ahora eligieron entre perros, gatos o canarios sin considerar otras opciones. Petrini no tiene mascota y tampoco tendrá orgullo si no consigue una más exótica y peligrosa que la de Daumes. El mercado negro le ofrece mandriles que no puede pagar. Un estanciero de Córdoba lo convence de comprar un topo, animal de garras afiladas que según el Discovery Channel tiene la naríz más eficiente del mundo. Con esta venta el estanciero gana una apuesta que consiste en burlarse de un porteño, y Petrini recibe un envío de Federal Express con un topo ciego en una caja. Lo espía con una linterna a través de los orificios de ventilación: tiene las patas delanteras atadas. Lo deja así hasta el día siguiente y lo libera en la oficina a la vista de todos sus compañeros. El animal choca contra las paredes, rasga el cuero de un sofá y cae cien metros hasta la calle, dejando su espectro adherido para siempre al marco de una ventana abierta. Si alguien apoya sus manos en el marco lo sentirá moverse; también se lo oye olfatear el sexo de las secretarias. Los oficinistas del Palacio Salvo dicen haber visto un espectro similar merodeándoles la azotea, pero es la misma gente que asegura que el tango nació en Uruguay; hasta que no se resuelva esta disputa el topo de Buenos Aires será el único, o al menos el más documentado.