En el año 2006 un estudio de la Universidad de Lumberton demuestra que un americano promedio gasta seis minutos al día en imaginar situaciones de reivindicación personal. El mismo estudio describe el modo en el cual la expresión "yo te lo advertí" activa la zona del cerebro donde suelen manifestarse neurológicamente los orgasmos. Se concluye que el sentimiento o la necesidad de reivindicación es lo más cercano a un éxtasis frente a la virgen que nos legó la erosión del tiempo en la cultura.
En enero de este año los habitantes del pueblo de general Alvear, Mendoza, deciden documentar un fenómeno espectral con el que conviven desde hace décadas y que ante la falta de una demostración les da fama de mentirosos o ignorantes. Como prueba cuentan con tres testimonios de lugareños en pánico y un texto de Borges donde se habla de una chancha con cadenas que corre por los cables del telégrafo produciendo un ruido infernal. En el pueblo ya no hay (o no hubo nunca) cables de telégrafo, pero sí cables elécricos de los cuales un espectro puede obtener energía para imponerse en el mundo. Las pruebas son insuficientes hasta que se recurre a la fotografía ectoplasmática. Esta serie de imágenes demuestra que la leyenda tiene un asidero fáctico; sin embargo la cerda muerta y recurrente impide, con su comportamiento peculiar, que los habitantes del pueblo recuperen el honor perdido.
Los testimonios dan cuenta de un comportamiento espectral singularmente errático. A veces la cerda se materializa en chiqueros de fincas de la zona y compite con lo de su raza por el alimento; otras, persigue a los lugareños por caminos oscuros, chillando con volumen, mostrando sus colmillos de proyección lumínica, arrastrando las cadenas. Deja huellas en la tierra que algunos leen como una advertencia. Furiosa, muerde las piernas de una joven y la arrastra hasta la puerta del cementerio local. Luego se la ve espiando con calma a través de una ventana. Relatos menos confiables sugieren que adopta forma humana antes de evaporarse en un suave estallido del aire. Los espectros que alcanzan el status de leyenda no son tan heterodoxos. El inicio de la investigación multiplica sus apariciones y la cerda inconstante comienza a levantar sospechas. Las fotografías se obtienen fácilmente, como si las esperara. Busca una reivindicación post mortem por una vida destinada al fiambre y la chuleta: ser la leyenda que el pueblo necesita. Pero lo hace camuflada en terrores heredados de espectros rurales más famosos como el pombero, la viuda de la ruta, la luz mala (ectoplasma de hormigas), la chancha de Borges y el enano diabólico. Así, apócrifa, es una vergüenza para los habitantes de General Alvear. Reunidos en un club social resuelven borrarse estas magias copiadas y recuperar el respeto de otros pueblos.
En la única cinta de audio espectral de la Universidad de Lumberton se escucha la voz de un hombre que cuenta sobre un titilar y un frío que siente antes de saberse observado por los vivos. Parece una voz placentera. Los muertos se adhieren a nuestra realidad con una fuerte determinación; la extrañan.
El registro fotográfico lleva a la cerda a un paroxismo de apariciones. Una mujer la encuentra a pleno día, silenciosa y de perfil, con la mandíbula laxa típica de un animal muerto. A veces asoma sin cadenas. Se la ve gritar en un carro de supermercado que pasa rápido por una esquina. Los habitantes de General Alvear sienten que el espectro les abarata el miedo y agotan recursos para evaporarlo. Prueban con bendiciones, queman piedras, inundan un campo (la cerda camina sobre el agua) y electrifican un tinglado por consejo de un especialista, sin éxito. El final llega con el barro que unos niños le arrojan en la cara por diversión. La cerda se desploma en el suelo, agitada, pero no desaparece. Se la encierra en un chiquero. Tarda una semana en perder nitidez y más de dos en borrarse para siempre. En ese lapso se comporta como una cerda absolutamente normal.